como quiera que mi manía de no reservar se prolonga en el tiempo, y ante el aluvíón de gente que vi en Ordesa, pensé en tener que dormir en el coche.
En el primer pueblo al que fui, del que tenía unas escuetas anotaciones en mi mapa de carreteras de mil novencientos y pico, vi que mis sospechas comenzaban a cobrar visos de realidad. Pero la suerte a veces me acompaña, y cuando ya me iba a ir, descubrí un hotel, poco llamativo, en el que por un módico precio, tuve una habitación coqueta con un colchón acogedor como hacía que no había probado. Dormí como un lirón, arrullado, también hay que decirlo, por las tres copas de Somontano que me había metido entre cena, antecena y sobrecena.
El pueblo debe tener más establecimientos que casas a mi juicio. El turismo es sin duda factor de riqueza. Y es bonito. Valgan como ejemplo, la Cascada del Sorrosal, el puente que existe y el que ya no existe, su iglesia y torre de la cárcel, y la vista hacia Ordesa, que coincidió en un momento especial, con el pueblo ya entrado en la tarde noche, y el sol iluminando esas montañas que caracterizan al Parque Nacional.
¿¿¿¿¿????. ¿Alguien sabe?
Hasta luego.