12 enero 2019

Callejeando pueblines nuevos

Hola:

en este enero de temperaturas máximas muy altas y temperaturas mínimas muy bajas, abundante de luz cuando el sol está presente, y de días crecientes, apetez salir dar una vueltina por lugares desconocidos.

San Pedro Mallo, cuyo reclamo fue la cascada, nos deparó pinturas rupestres, una buena comida en el mesón, arquitectura popular, soutos de castaños de cortezas retorcidas, y recordar la historia de aquellos hombres que aguantaron en Filipinas muchos meses después de que España se hubiese rendido y retirado, y que solo cesaron en su defensa hasta que descubrieron que todo había acabado tiempo antes. De este pueblo era uno de aquellos.








 Quiero pensar que representa un chamán, un curandero, un mago del clan, con un tocado de cabeza de ciervo por ejemplo.


 El manal, para separar la paja del grano, con dos filas de hombres enfrentados y batiendo la mies rítmicamente y de forma alternativa.

 La huertina con las berzas, para degustar ricos caldos calentitos en invierno.




Las casas de Salentinos tienen casi todas su encanto, su detalle personal. El molino, el precioso albergue y la hospitalidad de quienes lo mantienen. Aunque los días son cortos, como el cielo está despejado, permitió un paseo por su calle principal, hasta que ya cayó la noche.











Y mientras haya sol, hay que aprovecharlo, que por estas tierras, entre montañas altas, y con cielos nublados durante largos periodos, podemos llegar a echarlo mucho de menos. Por La Majúa, los rosales lo tiñen todo de rojo con sus frutos, los "picaculos". Silencio y paz por esos caminos, excepto el sordo rumor del río. Bonitos puentes en el pueblo, y encrucijada de rutas de senderismo.






Hasta luego.