ayer se fue volando una parte de mi vida. Y aunque pensé que estaba curado de espantos, la emoción volvió a aflorar. Claro, que la situación también ayudaba a la introspección.
Tras la despedida, enfilé hacia el sur para llegar a mi norte de siempre. Y vi una señora en bata un poco desaliñada, barriendo unas pocas hojas de castaño, al lado de una casa un poco destartalada un poco a trasmano del resto de las casas del pueblo. Vi maiz (que ganas de parar y echarme a correr por los maizales hasta perderme) enhiesto per se, fréjoles enhiestos por que están entutorados, plantaciones nuevas de soportes blancos de kiwi, viaductos muy altos y muy largos, río casi exangüe para lo que es normalmente, un verde que parece mentira con la sequía que estamos pasando; es que parecen verdes hasta los tejados de teja roja.
Al llegar a la raya, al vierte aguas, un sol rojizo. Lleva todo el día raro, y es que el cielo está tras un velo neblinoso que genera auroras boreales pero en blancos y grises, no en color.
Bueno, a lo que iba. Esa señora en bata un poco desaliñada que vi, barriendo unas pocas hojas de castaño, al lado de una casa un poco destartalada, un poco a trasmano del resto de las casas del pueblo, no me vio. Para mi ella sí existe, pero yo para ella no. Y el hecho de que yo la haya visto no le ha cambiado la vida un ápice. Aunque nunca hubiere pasado por allí y nunca fuese a pasar, no le cambiaría nada la vida. Su vida sigue igual. La vida sigue igual, impasible a mi persona, a mis pensamientos, no sé si con algún sentido o solo con incercia. Creo que sólo inercia. Me dejaré llevar.
Hasta luego.