Por toda la Cordillera Cantábrica pueden encontrarse paisajes majestuosos. Las rocas calizas descarnadas y ese verde que proporcionan las precipitaciones, generan contrastes dignos de dejarnos con la boca abierta.
La subida al Pico Faro, aunque la llevé sin presión, provoca esguince de pulmones si no estás muy preparado como es mi caso. Pero el tener muchas horas de luz y la falta de amenaza de tormentas y niebla, permite ir tomando aliento en el ascenso.
Antes de llegar al Puerto de Vegarada, y después en la partida, sigue siendo todo el trayecto de gran belleza: los prados segados y acordonados de Genicera, el Pico la Champona, los puentes, de los cuentos de antes, de arriba y de abajo de Cerulleda, el chozo de pastores del propio puerto, los montes que escoltan el Torío cerca de Getino.
Para no perdérselo.
Hasta luego.
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