22 julio 2012

Lugarmajo

 Horas vespertinas estivales. El día está siendo caluroso, como corresponde. Acude la nortada, que desdibuja los picos más altos, aportando un aire fresco
que desciende de la collada.

Se agradece el casi silencio. Roto por la chueca que hace sonar la breve inquietud de una vaca. Por el rumor de una conversación lejana que la atmósfera arrastra valle abajo. Por la brisa que roza mis orejas.Por la cancioncilla de una pequeña cascada que con su agua aporta riqueza sostenible
por tiempos no medibles; a no se ser que alguien la desentrañe buscando su propia ganancia, o porque cambiemos tanto el entorno que tengamos que arrepentirnos mañana.

Los campos están afeitados. Duermen las alpacas en formación. Duerme la empacadora hasta mañana en que volverá a sudar polvo y grana.


La energía solar seca la hierba segada. Huele a heno de prado, y si piso entre la maleza despierto al tomillo que llena mi pituitaria. El valle está casi cosechado y hay prados que ya están siendo cuidados para que produzcan una buena otoñada.

Las hormigas todavía trabajan. Esperan el jabalí y el corzo a que yo me vaya para salir a campear. Y es por eso que recojo.
En el pueblo es fiesta. El sol ya se puso tras las montañas. Todo está en paz
y es calmo. Somos nosotros los que lo complicamos.